Una de mis
tías vende pollos. Por lo que podemos anunciar que tiene una pollería. Ahora,
al momento de nombrar su oficio, la
primera palabra que asoma para llamarla es pollera. Pero no, un momento,
polleras son las faldas que las mujeres usamos para vestirnos. Y aquí es donde
una cadena casi interminable de relaciones y preguntas aplastan el intento de
rotular el trabajo de mi tía. ¿Por qué polleras?, ¿las faldas se habrán utilizado
para acostar a los pollos durante el trabajo de desplumarlos una vez degollados?
Suena un tanto repugnante. ¿Somos quienes las usamos, unos pollos? Desde luego
que no. ¿O lo son, quienes se esconden debajo de esas telas en los vientres de
las empolleradas? (esto último, teniendo en cuenta el nombre de guardainfantes
que ha tenido la vestimenta femenina en las asfixiantes modas de los siglos XVI
y XVII). Y no permito que piensen que
esta reflexión es un mero juego de palabras; que bien cierto es que la
etimología, la verdad de las palabras (etymos=verdad,
logos=palabra, expresión), abofetea
hasta al más aprensivo de la necesidad irreprochable de mantener vigentes
nuestros conocimientos sobre las lenguas muertas, más vivas que el portuñol o
el spaniglish. Y, si no, veamos: “pollera, del latín pollarius. Adj. que deriva de pullus,
designado primero a las crías de los animales en general, y luego, a las de
las aves, especialmente, a gallinas y gallos jóvenes.” Y continúa: “De allí
derivó la palabra pollero o pollera para nombrar a todo lo relacionado con las
aves, incluso a las jaulas de madera o mimbre en las que se las dejaba para
que no se escapasen”. Ahora entiendo. Pueden decir, las mujeres, en la casa o
en la cocina. Pues bien, entonces, era una buena forma de figurarlo: las
mujeres, en sus jaulas, quietitas,
envueltas en alambre y con toda la parafernalia precisa para que no se notara
su insipidez de estatuilla de jalea.
Claro que
luego las estructuras se han quitado, el corsé se ha aflojado, las ballenitas
han caído desde los balcones hacia el mar, y, las polleras, poco a poco, han
sucumbido a su ley de jaulas, de cárceles de caderas y pubis ávidos de
libertad.
"No soy digno de comentarlo. Todo lo que diga, empalidece al lado de esa lírica. MUy bueno.". Si mi comentario no fracasa, digo que tiene Música.
ResponderEliminarJulio